HAY UNA SOLUCIÓN

HAY UNA SOLUCIÓN
Oración de la Serenidad: Dios concédeme SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar… VALOR para cambiar las que puedo… y SABIDURIA para reconocer la diferencia…

2.6.11

El día que conocí a Bill W.
Fundador de la Sociedad de Alcohólicos Anónimos.

Entrevista realizada por José Bernardo Pacheco de la Revista TV ESPAÑOL.

En 1967 visité la sede de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, en Nueva York, como parte de una gira de estudios por los Estados Unidos de América, ocasión que aproveché para lograr una entrevista periodística con Bill W., fundador de la Sociedad de Alcohólicos Anónimos, AA, que en aquella época tenía más de 90,000 grupos afiliados en 116 países del mundo, incluyendo Rusia y Polonia, primeras naciones detrás de la “cortina de hierro” que aceptaron los grandes beneficios sociales y de salud del programa de recuperación de A.A.

Bill W. me recibió como a un viejo amigo en la oficina central de Alcohólicos Anónimos de Nueva York el 12 de enero de 1967, día que conocí a este extraordinario “hombre ordinario”, reconocido por el mundo como el más grande arquitecto social del siglo XX.

Bill W. me recibió por mi gran interés demostrado en conocerlo y, en especial, como él me lo dijo: “Porque tú vienes de El Salvador, un país que yo admiro mucho por ser la tierra extranjera más fértil donde germinó y dio frutos extraordinarios el programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos”. Su admiración por mi patria –le respondí a Bill W. – nos enorgullece a los salvadoreños. A todos.

Nadie ha tenido una historia más grande que contar, como la propia vida de Bill W. y el nacimiento de Alcohólicos Anónimos; “Un cuento para irse a dormir”, Como él lo decía con toda humildad. Bill W. nació el 26 de noviembre de 1895 en la ciudad de Dorset, Vermont, E.U.A. Cuando él tenía 10 años de edad sus padres se divorciaron y quedó a cargo de sus abuelos maternos. En aquella época, 1906, un divorcio era desastroso para la familia, y para un niño, peor... Para contrarrestar su soledad y angustia el pequeño Bill tenía que hacer grandes esfuerzos para sobresalir; a los 12 años de edad comenzó ambición y espíritu de competencia al destacarse en la música, los deportes y las ciencias. Con sus frágiles manos reparó un violín roto y practicó con el hasta llegar a ser el primer violinista de la orquesta de su escuela. Sin ser un atleta por naturaleza se esforzó y logró ser el capitán del equipo de béisbol.

Bill bebió su primer trago de alcohol a los 22 años de edad cuando era oficial del Ejército de E.U.A durante la Primera Guerra Mundial, en 1918. El tímido Bill se sentía incómodo y marginado en las reuniones, hasta que alguien le dio de beber un cóctel de ginebra y vermut mezclado con jugo de naranja. “Aquella enorme barrera que me había separado de los demás se derrumbó y sentí inmediatamente que ya pertenecía al grupo, que era yo parte de la vida; cuanta magia había en aquellas bebidas alcohólicas, podía hablar, reír con seguridad y ser muy ingenioso” , creía Bill, convirtiéndose desde un principio en un bebedor compulsivo, fue de esas personas a las que el alcohol les altera destructivamente el cerebro y las emociones, y ya no tienen control después de beber el primer trago que provoca el imperioso deseo del segundo, el segundo del tercero, el tercero del cuarto... y así hasta la tragedia que puede ser la locura, la cárcel o la muerte como punto final.


En 1913 Bill conoció a Lois Burnham esbelta y refinada muchacha de una adinerada familia de Nueva York, y se enamoró decididamente de ella. El amor de Lois por Bill fue tan apasionado, puro y constante, que resistiría los tormentosos y trágicos años del alcoholismo de Bill, quien ya casado con Lois viajó a Francia luciendo sus insignias de teniente de artillería y, al finalizar la Primera Guerra Mundial, en 1918, había demostrado Bill que era un triunfador, un líder de hombres destacados, un héroe como pocos.

Continuará...