10 DE JUNIO 2013
En conmemoración de los 78 años de
vida del programa de A.A. tengo el gusto de publicarles un reportaje bastante
interesante. Les deseo muchas 24.
El día que conocí a Bill W.
Fundador de
la Sociedad de Alcohólicos Anónimos.
Entrevista
realizada por José Bernardo Pacheco de la Revista TV ESPAÑOL.
En 1967 visité la sede de la
Organización de las Naciones Unidas, ONU, en Nueva York, como parte de una gira
de estudios por los Estados Unidos de América, ocasión que aproveché para
lograr una entrevista periodística con Bill W., fundador de la Sociedad de
Alcohólicos Anónimos, AA, que en aquella época tenía más de 90,000 grupos
afiliados en 116 países del mundo, incluyendo Rusia y Polonia, primeras
naciones detrás de la “cortina de hierro” que aceptaron los grandes beneficios
sociales y de salud del programa de recuperación de A.A.
Bill W. me recibió como a un viejo
amigo en la oficina central de Alcohólicos Anónimos de Nueva York el 12 de
enero de 1967, día que conocí a este
extraordinario “hombre ordinario”, reconocido por el mundo como el más grande
arquitecto social del siglo XX.
Bill W. me recibió por mi gran
interés demostrado en conocerlo y, en especial, como él me lo dijo: “Porque tú
vienes de El Salvador, un país que yo admiro mucho por ser la tierra extranjera
más fértil donde germinó y dio frutos extraordinarios el programa de
recuperación de Alcohólicos Anónimos”. Su admiración por mi patria –le respondí
a Bill W. – nos enorgullece a los salvadoreños. A todos.
Nadie ha tenido una historia más grande
que contar, como la propia vida de Bill W. y el nacimiento de Alcohólicos
Anónimos; “Un cuento para irse a
dormir”, Como él lo decía con toda humildad. Bill W. nació el 26 de noviembre
de 1895 en la ciudad de Dorset, Vermont, E.U.A. Cuando él tenía 10 años de edad
sus padres se divorciaron y quedó a
cargo de sus abuelos maternos. En aquella época, 1906, un divorcio era
desastroso para la familia, y para un niño, peor... Para contrarrestar su
soledad y angustia el pequeño Bill tenía que hacer grandes esfuerzos para
sobresalir; a los 12 años de edad comenzó ambición y espíritu de
competencia al destacarse en la música,
los deportes y las ciencias. Con sus frágiles manos reparó un violín roto y
practicó con el hasta llegar a ser el primer violinista de la orquesta de su
escuela. Sin ser un atleta por naturaleza se esforzó y logró ser el capitán del
equipo de béisbol.
Bill bebió su primer trago de
alcohol a los 22 años de edad cuando era oficial del Ejército de E.U.A durante
la Primera Guerra Mundial, en 1918. El tímido Bill se sentía incómodo y
marginado en las reuniones, hasta que alguien le dio de beber un cóctel de
ginebra y vermut mezclado con jugo de naranja.
“Aquella enorme barrera que me había separado de los demás se derrumbó y sentí
inmediatamente que ya pertenecía al grupo, que era yo parte de la vida; cuanta
magia había en aquellas bebidas alcohólicas, podía hablar, reír con seguridad y
ser muy ingenioso” , creía Bill, convirtiéndose
desde un principio en un bebedor compulsivo, fue de esas personas a las
que el alcohol les altera destructivamente el cerebro y las emociones, y ya no
tienen control después de beber el primer trago que provoca el imperioso deseo
del segundo, el segundo del tercero, el tercero del cuarto... y así hasta la
tragedia que puede ser la locura, la cárcel o la muerte como punto final.
En 1913 Bill conoció a Lois Burnham
esbelta y refinada muchacha de una adinerada familia de Nueva York, y se
enamoró decididamente de ella. El amor de Lois por Bill fue tan apasionado,
puro y constante, que resistiría los tormentosos y trágicos años del
alcoholismo de Bill, quien ya casado con Lois viajó a Francia luciendo sus
insignias de teniente de artillería y, al finalizar la Primera Guerra Mundial,
en 1918, había demostrado Bill que era un triunfador, un líder de hombres
destacados, un héroe como pocos.